Todo en los korat es armonía. Las líneas del cuerpo y de la cabeza son suaves y armoniosas, sin sobresaltos, como si se hubiera creado un gato que sólo podía ser eso un (el) gato. El único punto de desproporción, y que por eso atrae la mirada, lo suponen unos ojos enormes, luminosos y expresivos, que conjuntan perfectamente con unas orejas grandes y de inserción alta.
El cuerpo del korat es de tamaño mediano, esbelto a la vez que fuerte, elástico y con las patas traseras un poco más largas que las delanteras. Cuerpo cubierto por un manto de pelo semilargo, brillante y fino. El color de esta raza ha de ser azul plateado uniforme, sin manchas, rayas o cualquier otro elemento que distraiga la vista.
Cariñoso, azul e incomprendido
Junto con el británico de pelo azul, el cartujo y el azul ruso componen las cuatro razas de pelo azul. Pese a ello y a su buen carácter, el korat no es tan popular como sus parientes y, hoy por hoy, en Europa los criaderos de esta raza son muy escasos.
Estamos ante un felino de origen tailandés. De hecho, el nombre viene de una provincia de este país: Cao Nguyen Korat, zona en la que vivían más gatos azules que en el resto del país. Manuscritos locales del siglo XIV alababan ya la belleza de esta raza, que llegará a Estados Unidos en 1959 y a Europa más de diez años más tarde, durante los setenta.
Como ya hemos adelantado, son gatos cariñosos, tranquilos, que destacan por sus habilidades para trepar gracias a unas patas muy fuertes. Merced también a ellas, saltan enormes distancias horizontales o verticales sin aparente esfuerzo. De maullido agradable, suave, suelen ser muy buenos comunicadores. Otra ventaja es que son “gatos de salón”, que prefieren los interiores y que se llevaran muy bien con sus compañeros de hogar, sean humanos u otros animales.