El angora es una raza de gatos muy antigua. Fue traída a Europa desde Turquía alrededor del siglo XVI. Tuvo mucho éxito en su momento, pero luego vino otra raza de pelo largo que lo destronó: el gato persa. Y es que desde que el gato persa fue traído a nuestro continente alrededor del siglo XIX, inmediatamente comenzó a ser dotado de una popularidad exagerada, pues todos los aristocráticos querían tener uno. Y es que en esa época, tener un gato de pelo largo era señal de ser buena familia, pues estos gatos eran nativos de Turquía, importantes por encargo a aquellas familias que quisieran uno.
Los criadores de gatos comenzaron a experimentar con estas dos razas tan populares. Decidieron uno al persa y al angora, creando así un persa con todas sus características, y con el pelaje suave del angora, con los ojos almendrados y el hocico puntiagudo. Es decir, se trata de un gato que tiene todas las características de un gato persa, pero no tiene la cara tan chata (detalle que a muchas personas les parece disgustar) y tiene el pelaje mucho más sedoso. Se tratan de ejemplares que, además de ser muy buenas mascotas, pues cuenta con un carácter cariñoso, extrovertido y juguetón, tienen una elegancia destacable, que convierte a esta mascota en el rey del hogar.