De dos palabras, nos sobra una para definir al mau egipcio. De “una belleza” nos sobra el artículo. De ojos grandes y almendrados, verdes, todo en la cabeza, cuerpo y cola de esta raza es proporción y elegancia.
El cuerpo musculoso y de longitud mediana está cubierto por un pelo corto, pegado a la piel, brillante y resistente se presenta con un dibujo moteado y rayas en los points. Los colores admitidos en el estándar de estos felinos son el smoke, bronce y silver.
El gato de los faraones
La procedencia más probable de esta raza es la que se refiere al gato salvaje del altiplano africano, aunque, sin duda, donde más se lo reconoce es en Egipto, donde, según la leyenda, Cleopatra siempre iba acompañada de un gato de esta raza. Fue otra princesa, Natalia Troubetskoye, quien los importó desde El Cairo hasta Italia alrededor de la década de los cincuenta, donde se comenzó a trabajar en la cría de estas bellezas.
Son gatos un tanto… elitistas. Aristocráticos, si lo deseamos: no permiten que se les acerque cualquiera. Se muestran individualistas y muy reservados, incluso ariscos con los extraños, aunque muy cariñosos con sus compañeros de vivienda. Se adaptan, ya que hablamos de vivienda, a la vida en interiores, aunque les gusta escaparse de vez en cuando para desahogar su instinto cazador.
También hay que decir que el mau egipcio no requiere de cuidados específicos más allá de un cepillado ocasional y un baño esporádico. Además, suele disfrutar de muy buena salud, si exceptuamos cierta sensibilidad al frío y a los cambios bruscos de tiempo.
Por resumir, si queremos un gato de exposición, una verdadera belleza, el mau egipcio es la respuesta, sin embargo, si lo que buscamos es un peluche que se mueva, con el que los niños puedan jugar, deberíamos pensar en otra raza.