Conseguir que un gato nos obedezca, a priori, se antoja una hazaña imposible. El carácter independiente que caracteriza a estos animales, parece estar reñido con la obediencia. Pero esto no siempre es así. Existe una serie de trucos que nos pueden ayudar a lograr que nuestro gatito esté bien educado.
El primer consejo a tener en cuenta es que la paciencia ha de convertirse en nuestro mejor aliado. Educar a nuestro gato no es una tarea fácil. Así que, comenzar a conducir su conducta, desde sus primeros días de vida, nos ayudará a alcanzar nuestro propósito y a convertir la convivencia con nuestra mascota en una experiencia muy agradable.
Entender sus costumbres
Enseñarles en qué lugar deben hacer sus necesidades requiere también un esfuerzo por nuestra parte. Los gatos son extremadamente limpios, por lo que tenemos que procurar que el arenal, donde ellos han de depositar su orina y excrementos, esté siempre limpio. De esta manera evitaremos que nuestra mascota ensucie otros rincones innecesariamente.
Otra faceta que tenemos que trabajar, desde el principio, es el marcaje del territorio. Los gatos defienden sus espacios de diferente manera y, si no entendemos esta conducta, nos puede complicar la convivencia con ellos. Los machos no esterilizados marcan su terreno con orina. De esta manera, indican a las hembras en celo que están dispuestos a reproducirse. En las gatas, esta costumbre es menos habitual, aunque también es posible.
Recurrir a feromonas sintéticas puede ser una buena alternativa para evitar que nuestro gato repita la acción. Pero si tenemos claro que no queremos que nuestros gatos críen, la castración puede ser una solución definitiva a este problema.
Estos felinos también marcan territorio mediante los arañazos. Para evitar que dañen objetos, muebles o suelos, lo más fácil es facilitarle al cachorro un rascador, que colocaremos en su zona de ocio. Este utensilio también le servirá para que se afile las uñas.
Cómo sancionarlos con éxito
Los castigos son efectivos, si se realizan inmediatamente después de la acción que queremos sancionar y si lo asociamos a una reacción desagradable para el gato. Así pues, podemos lanzar un objeto para asustarlo o un poquitín de agua para disuadirlo. Es importante que el gato no se dé cuenta de que esta acción ha sido ejecutada por ti. El castigo físico o psicológico es contraproducente.