Los gatos empezaron a tener un papel protagonista en el antiguo Egipto. Donde se les identificaban como dioses a los que las personas no podían matar fuese el motivo que fuese. Su importancia era tal que, cuando morían, sus cejas eran afeitadas en señal de duelo.
Esta adoración previa, paso a miedo en la Edad Media. El gato negro paso a ser entonces un instrumento identificativo de las brujas y del mundo esotérico. De este modo se empezaron a desarrollar las creencias de que eran símbolos de mala suerte, e incluso se solía pensar que eran personas convertidas en este animal por las brujas con el fin de tenerlas doblegadas y obligadas a pasar toda su vida en servidumbre.
A mediados del siglo XIII, la Iglesia los consideró símbolos del diablo o un posible receptáculo para el alma de las brujas. Debido a ello, fueron perseguidos y eliminados durante buena parte de esta época. Hoy, simbolizan la amistad y la astucia. Pero el paso de todos estos años no ha logrado dejar atrás el peso de las antiguas leyendas. Prueba de ello son los dichos sobre gatos que perviven en nuestros tiempos.