La característica principal de los mamíferos, y que los diferencia de otros reinos animales, es el proceso de lactancia, ese proceso en donde la madre “fabrica” leche en su cuerpo para alimentar a sus crías en sus primeras etapas, donde se encuentra más vulnerable e indefenso, no solo afianzando el lazo madre e hijo sino transmitiéndole los nutrientes y defensas necesarios para su posterior desarrollo.
En el caso de los gatos, este proceso realmente no es muy diferente al del resto de los animales, sin embargo posee ciertas características especiales que vale la pena destacar que, a diferencia de los perros, la gata comienza a acumular grasa y nutrientes desde que empieza la gestación, por lo que gana peso casi instantáneamente, en esta etapa es bueno alimentar muy bien a la gata, ya que todas las reservas de nutrientes y energías que pueda acumular serán provechosas para ella.
Después del parto
Cuando llega ya el gran momento y oficialmente es tiempo de amamantar a los cachorros, por lo que la gata tendrá que soportar una demanda aún mayor de nutrientes que cuando la gestación, por lo que es fundamental alimentar muy bien a la gata y mantenerla con agua fresca y limpia, ya que necesitará hidratarse.
Este proceso de lactancia debería continuar por unos 30 días más y a partir de la 4ta semana los gatitos podrían mostrar curiosidad hacia los alimentos sólidos, aquí es recomendable remojárselos con leche (que puede y debería ser, la leche extraída de la madre), para ir acostumbrándolos paulatinamente a este nuevo tipo de alimentos.
Un par de semanas después empieza el proceso de destete de los gatitos, durante la sexta semana, y es aquí cuando las crías mostrarán preferencias por la comida sólida y no por la lactancia materna.
Este es uno de los procesos más hermosos de la naturaleza, por lo que no debe ser interrumpido por simple “incomodidad” de tener gatitos por ahí y apresurarse en darlos en adopción, recuerde siempre: la naturaleza es sabia.