Muchas personas que escogen tener un gato normalmente buscan una compañía juguetona, “auto-limpiante”, y que sea “acariciable”, pero ¿Qué pasa cuando el gatito no utiliza su caja de arena sino un rincón de la casa que escogió? ¿Qué pasa si nuestro pequeño nuevo amigo no es para nada dócil y ahora tanto el brazo o rostro exhiben muestras de los intentos fallidos de cercanía?
A veces, con una mascota de este estilo, parece imposible mantenerla alejada de problemas, ya que una de las principales características de los felinos es que son de naturaleza bastante curiosa, por lo que con ellos, mientras los adiestramos (o nos adaptamos) tendremos asegurado unos cuantos dolores de cabeza que, con el conocimiento adecuado, se pueden evitar.
Problemas y como evitarlos
Cuidar un gato implica muchas responsabilidades, por ejemplo, mientras son cachorros tienen una alta probabilidad de ser infectados por parásitos, y su naturaleza curiosa –que lo hace morder y “cazar” lo que se mueva- puede ayudar a que esto sea un problema recurrente, y no sólo de gusanos intestinales, sino también puede infectarse de pulgas o garrapatas, y esto puede prevenirse y/o tratarse a través de la desparasitación y de la vacunación, además de la higienización de los espacios de la casa frecuentados por nuestra mascota.
Adicional a eso, también se debe cuidar la dieta del gatito, a medida que crece sus necesidades alimenticias van cambiando con el paso del tiempo, por ejemplo, cuando están más cachorros están en pleno proceso de crecimiento, por lo que lo básico es que desarrollen un buen sistema inmunitario, por ello, es recomendable consultar a un veterinario para conocer la dieta adecuada a su etapa vital y conseguir que se convierta en un gato fuerte y sano.
Los gatos pueden llegar a ser una gran compañía y ayudar a las personas a reducir sus niveles de estrés, si son criados de la forma adecuada y se toma conciencia de las responsabilidades que implica cuidar una de estas elegantes y maravillosas criaturas.