Gatos y perros

Los perros suelen ser más provocadores que los gatos. Un gato adulto, harto de las impertinencias del perrito que lo acosa, puede llegar a hartarse y proceder a atacarlo. Un gato tímido y medroso huirá del perro juguetón, despertando así, sin darse cuenta, sus instintos de cazador. Si se tiene en casa un gato muy nerbioso que se crispa y se hirrita con facilidad, será mejor evitar a toda costa que el cachorro lo importune. Una solución, si se tiene una casa amplia, puede ser reservar una parte de la casa para cada animal, poniendo las barreras necesarias entre ellos, para que no se acerquen el uno al otro.

Antes de presentar al gato el nuevo “inquilino”, es importante asegurarse de que el perro está cansado por el ejercicio, recién alimentado y tranquilo para no despertar sus instintos de caza. Hay que mantener al cachorro bien agarrado para que no ataque al gato y dejar que el gato lo observe, tomándose el tiempo que vea necesario, para percatarse de que no se trata de un peligro ni una amenaza para su supervivencia, así le irá cogiendo cariño, aunque siempre estará a la defensiva. Dejar que el gato observe al cachorro desde su cestita, o desde cualquier rincón en el que se sienta a salvo: desde una silla, desde una cama, desde un sitio alto… procurando reforzar su buen comportamiento mediante premios: golosinas, atún, caricias, etc.

Repetir estas acciones las veces que sean necesarias, hasta que el gato empiece a darse cuenta de que el perro no es una amenaza, confiará más en él y ambos se habituarán a la presencia del otro.

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