El nombre de los gatos

El nombre que elegimos para nuestro gato dice mucho sobre él. No sólo muestra cómo lo valoramos y la relación que mantenemos, sino que suscita reacciones positivas o negativas en quienes lo conocen. Por ello es muy importante utilizar un nombre adecuado y creativo, pero un gato no se contentará con un solo nombre. Todos los gatos tienen al menos tres: el «familiar», el «personalizado» y «el que sólo conoce él».

Hay amantes de los gatos como Auriel Douglas que, cuando hay que poner nombre a un gato y falla la imaginación, aconsejan buscar uno en un listado de reyes, reinas y emperadores. Douglas argumenta que a los gatos les gustan mucho los nombres que les conectan con hazañas grandiosas y por ello les van bien nombres pomposos como «César o Augusto». Sin embargo, tal propuesta no deja de ser demasiado trivial. Un gato precisa tener un nombre especial, que le distinga verdaderamente de los otros gatos de la casa, si los hubiera, de los del vecindario e incluso de todos los gatos del mundo.

En el poema titulado «Poner nombre a los gatos», T.S. Eliot incluido en su delicioso «Poemario de los Gatos habilidosos» (1939), cavila sobre la idea de que los gatos tienen tres nombres y que el último de ellos es aquel que ningún humano va a ser capaz de descubrir por mucho que busque. Se trata de un nombre que sólo el gato conoce. Eliot también especula que cuando un gato está muy absorto meditando como si fuera un faquir es porque está contemplando su verdadero nombre, el nombre secreto de su ser interior.

Poner nombre a los gatos
Poema de T.S. Eliot

Poner nombre a un gato es una cuestión delicada, no es tan sólo uno de esos juegos para un día de asueto; a lo mejor piensan que estoy loco como una cabra, cuando afirmo que un gato debe tener TRES NOMBRES.

El primero será aquel que la familia emplea a diario, como Pedro, Augusto, Alonso, Jaime, como Víctor o Jonás, Jorge o Bill Bailey, todos ellos sensatos nombres cotidianos.

Si creen que suenan mejor, existen nombres más fantasiosos, algunos para los caballeros, otros para las damas, como Platón, Admeto, Electra, Deméter, sensatos nombres cotidianos también estos.

Pero yo sostengo que un gato debe tener un nombre exclusivamente de él, un nombre peculiar y más digno, de otro modo, ¿cómo podría mantener erguida su cola, o atusarse sus bigotes, o pavonearse ante las damas?

Nombres de esa clase yo puedo sugerirles muchos Munkustrap, Quaxo, o Coricopat, Bombalurina, o incluso Jellylorum, nombres que nunca pertenecen a más de un gato.

Pero además de esos nombres todavía queda otro, un nombre que jamás lograremos adivinar; un nombre que ningún humano podrá descubrir, pero que EL GATO CONOCE, aunque nunca lo confesará.

Cuando sorprendan a un gato muy absorto meditando, la causa, les advierto, es siempre la misma: su mente está entregada a la contemplación del pensamiento, del pensamiento de su nombre: su inefable, efable, efinefable, profundo e inescrutable Nombre único.

(*) En el original, «loco como un sombrerero», alusión al Sombrerero Loco, personaje de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll.

LA MAGIA DEL NOMBRE

La idea avanzada por Eliot de que todo gato tiene al menos tres nombres —el casero o familiar, el personalizado y el inescrutable— no es una mera fantasía. Dicha idea aparece en la tradición oculta con la que Eliot estaba muy familiarizado.

El primer nombre, ese que la familia utiliza a diario, no tiene ningún misterio. Se trata del nombre que identifica al gato en el plano material. El segundo nombre, aunque es «un nombre peculiar y más digno» como diría Eliot, también lo conocen los humanos. Es un nombre que permite al felino mantener erguida su cola y atusarse sus bigotes con orgullo y majestad. Hay versiones divertidas de esos nombres personalizados como los que sugiere Eliot: Munkustrap, Quaxo o Jellylorum, ninguno de los cuales va a pertenecer nunca a más de un gato.

No obstante, la distinción entre esos dos primeros nombres no está del todo clara. A veces hay confusión entre ellos, a menos que se posea cierto conocimiento de las enseñanzas teosóficas, bien conocidas por Eliot: el poeta en realidad se estaba refiriendo a una auténtica idea oculta. Ese segundo nombre tan peculiar permite al gato «señalar al cielo» (con su cola erguida), es decir, corresponde a un estado de desarrollo animal reconocido por los ocultistas con el nombre de «individualización».

Según la tradición ocultista, sólo cinco animales pueden «individualizarse» porque tienen una naturaleza interna que responde a los afectos humanos de forma decisiva para su destino: el caballo, el mono, el elefante, el perro y el gato.

La idea de la individualización hunde sus raíces en la enseñanza ocultista denominada «el alma de grupo», según la cual, a diferencia de los humanos, los animales no tienen un ego individual que sobrevive a la muerte, sino que tienen «almas de grupo». Eso supone que los animales que viven en el plano terrenal están unidos como uno solo en el plano espiritual. Así, cuando el animal fallece, al carecer de ego individual, es absorbido en el alma de grupo. Sin embargo, hay animales como los cinco citados cuya individualización les permite escaparse de la misma y, por tanto, al morir, se llevan consigo al reino espiritual un sentido de lo que podría denominarse «individualidad» o «personalidad». Dado que según esta tradición el gato es una de esas criaturas especiales que pueden individualizarse, ¿cómo no habría de poseer un nombre único y personalizado que no sólo le distinga de los demás gatos, sino otro mágico que sólo él puede conocer?

CONSEJOS PRÁCTICOS PARA ELEGIR UN GRAN NOMBRE

Hay personas que optan por llamar a su gato en función de su raza; otras prefieren nombres muy sonoros o grandiosos, o bien se dejan guiar por la inspiración o por algún aspecto de la personalidad del felino, o incluso por cuestiones relativas a su profesión… En cualquier caso, se enfrentarán siempre a una tarea realmente difícil. Para superar con éxito tal empresa les sugerimos algunos consejos prácticos:

• Asegúrese del sexo de su gato antes de buscarle nombre. A los gatos no les gusta que les pongan un nombre del sexo contrario por mucho que el nombre otorgado también exista para el otro sexo y se le pueda adjudicar después.

• Elija un nombre oficial que se relacione con el nombre que utiliza para llamar habitualmente a su gato.

• Tiende a pensarse que si el nombre tiene pocas sílabas al gato le será más fácil de aprender o reconocer como propio que si es un nombre largo. Ningún gato que se precie aceptará que le llamen «Minino». Búsquele un nombre especial, aunque sea largo, un nombre que no lleve ningún otro gato.

• Si tiene pareja elíjalo conjuntamente con ella para que les guste a los dos.

• Tenga en cuenta si el nombre a elegir va a «irle» igual de bien a su gatito cuando crezca.

• Cuando todo falla se puede recurrir a Internet: hay páginas con miles de nombres de gatos y sus significados, algunas por nombre alfabético, otras por razas.
Fuente: http://www.elmundodelgato.com/noticia.asp?ref=588

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